El lado oscuro

Mucho se ha hablado sobre el lado oscuro de Einstein. Sus problemáticas relaciones con las mujeres, su despego de sus hijos, el extraño silencio de sus últimos treinta años, dicen que determinado a no dar a conocer al mundo –tras haber colaborado a fondo en la fabricación de la bomba atómica y militar luego en el pacifismo—su “teoría de campo unificada” capaz de englobar todas las fuerzas del universo que acaso no logró rematar. La leyenda de su vida privada, desde sus múltiples matrimonios – con Mileva Maric, con Elsa Löwental, con su secretaria Helens Dukas, con la sobrina de su mujer, con la bailarina de Nueva York…– al abandono de sus hijos es bien conocida, a veces en términos más bien fabularios, como cuando alguien se empeñó en atribuir a Milena la teoría de la relatividad, imposible sin la capacidad matemática de ésta. Su popularidad, vivida con gran desparpajo por el sabio, ha dado lugar a una miríada de frases más o menos ingeniosas a él atribuidas, pero ahora, una novela del médico francés Laurent Seksik (“Le cas Eduard Einstein”, Flammarion, 2013), que ya había publicado hace años una biografía del genio (“Albert Einstein”, Gallimard, Folio, 2008), desempolva el tenebroso asunto de sus relaciones con su hijo Eduard, extraño personaje que quiso ser psicoanalista y acabó encerrado por sus padres en un manicomio de Zürich en el que ejerció de jardinero hasta su muerte. Lean ese libro estremecedor, contemplen al genio del siglo XX abandonando una tras otra a sus hijas y negándose a visitar a su hijo enfermo, y verán esa cara oculta de la luna tan frecuente en el hombre superdotado. “Mi hijo es el único problema que queda sin solución –dijo alguna vez–. Los demás, no he sido yo sino la mano de la muerte la que los ha resuelto”.

Conmueve la figura de ese jardinero confinado tanto como la fría distancia con que lo trató su padre. Se acepta la disipación del hombre acaso por esa tendencia general a eximir de responsabilidades comunes a los personajes con talento. Veremos morir a Eduard, en fin, olvidado de todos, privado de todo y una vaga irritación nos revuelve frente o contra el hombre del siglo. Nunca fue creíble la tesis de que Mileva fuera la descubridora y Albert el sabio oportunista. Más creíble es el perfil de ese padre desnaturalizado al que, ay, acabamos perdonándole todo, incluso la infamia. No es insólito el genio canalla. Existen, como saben, demasiados ejemplos.

4 comentarios para “El lado oscuro”

  1. Marción dice:

    Einstein, Picasso, Sartre… Parece que el genio cree tener todos los derechos y hasta los torcidos. La lista sería interminable. Extraña condición. Lo del hijo, francamente, no lo conocía yo, y me ha impresionado. ¿Da derecho a todo la genialidad, exime de los deberes comunes?

  2. johnnothing dice:

    Para sus adentros debía pensar que todo era relativo

  3. Epi dice:

    Terrible la narración acerca del hijo, también desconocida para mí. Como supongo que para muchos de sus admiradores.

    Sin embargo hago una distinción entre un profesor chiflado, absorbido tal vez por la profundidad de sus cogitaciones y la de los <i<artistas a la violeta, de quien considero a Picasso como paradigma. Tengo de este último un pésimo concepto. Incluso como artista: vago, venal… pero sobre todo machista, maltratador y dejando hijos por el mundo como un garañón de mala doma.

    P.S. A mi don Páter: Me confieso ante Su Reverencia de ser malo y consciente y deliberadamente malo. Parafraseando la joseantoniana ” Amo a España porque no me gusta “, también yo amo a la Iglesia en que nací y crecí porque no me gusta. Incapaz de proclamar mi fe en el credo niceno constantinopolitano, aspiro a un verdadero aggiornamiento de la Santa Madre para convertirme de practicante y poco creyente, en creyente sin más.

  4. Berenice dice:

    Una curiosa historia si no fuera trágica. Un genio puede ser un malvado, hay muchos casos. En cuanto a la historia de la “mujer sabia”, doña Mileva, cuesta creerla pero no es la primera vez que se insinúa.

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